Cuando era niño, con mi familia nos gustaba ir a un pueblo costero llamado “Dichato“, cercano a mi ciudad natal “Chillan“. Tras el terremoto en Chile el 27 de febrero de 2010, Dichato sufrió de un tsunami destruyendo gran parte de su zona costera.

Aunque hoy en día vivo en “Santiago“, yo estaba junto a mi señora e hijos en Chillán disfrutando de los últimos días de vacaciones al momento del terremoto. Me quedé unos 5 días más en Chillán ayudando a mi familia y a quien me pidiera ayuda.

Con mis hermanos (que también están en Santiago) nos organizamos para ir a Chillán nuevamente para Semana Santa (1 mes después del terremoto).

Toda nuestra familia ha escuchado lo devastado que quedo Dichato por lo que nos organizamos para llevar ayuda ese fin de semana y este relato cuenta mis impresiones de ese viaje:

A pocos kilómetros de llegar a Dichato partimos viendo algo extraño: un bote a pocos metros de la carretera, en la mitad de un valle. No estamos aun cerca del mar por lo que es raro ver un bote varado en medio de un campo. Avanzamos un kilómetro más y existía un control policial que nos detuvo y preguntó a donde vamos y que vamos a hacer: “vamos a Dichato a ayudar” y la respuesta fue: “muéstrenos que es lo que llevan”. Me baje del jeep y mostré las parcas, zapatos, mantas y otras cosas que llevábamos para las personas contra el frío (también mi hermana tuvo la excelente idea de hacer unas bolsitas con huevitos de chocolate para los niños). El oficial de carabineros me pide como garantía mi carnet de conducir y que a la salida pase a buscarlo. Extrañado le pregunto “por que de esto?” A lo cual me dice “ha llegado mucha gente con ayuda y necesitamos tener un poco de control de la gente que entra y sale, es mas, yo creo que Dichato ya tiene ayuda suficiente y en “Coliumo” (otro pueblo costero) necesitan más de la ayuda”. Como nos dejó pasar entramos a Dichato pero comentábamos en el auto que si vemos que no requieren de la ayuda, partiremos a Coliumo.

Para entrar a Dichato se realiza desde un cerro y aquí ya existían muchas carpas con gente afuera de ellas ordenando cosas. Bajamos el cerro y se ve la magnitud de la destrucción. Las casas de 3 o 4 cuadras desde la playa al interior, casi ninguna estaba en pie y las que estaban paradas, no se ven seguras como para vivir.

Esto es algo increíble y uno lo asocia a solo visto en películas. Se ve gente militar trabajando en remover escombros y muchas máquinas trabajando en diferentes partes del pueblo. Las imágenes de esto son impactantes.

Caminamos por lugares que conocíamos, las casas que habíamos arrendado cuando niños, el restaurant, la panadería y tantos otros lugares que conocíamos ya no están. Es un pedazo de terreno con escombros.

En Dichato existe un sector llamado “Villarica” donde hay varios restaurants junto al mar. Mi padre conoce un pescador con un restaurant llamado “el Mino”. Fuimos a buscarlo pero ya desde lejos vemos que no existe ninguna casa o local en pie, solo gente ordenando sus sitios. Mi padre mientras camina pregunta a la gente si saben algo del Mino hasta que lo encuentra. El Mino estaba ayudando en otra casa a ordenar. Fuimos a buscarlo hasta que lo encontramos. Mi papá se pone a conversar con él y comienza contarle como fueron 4 las olas que entraron fuertemente cada 30 minutos; que en la segunda ola (la más grande) veía desde el cerro como habían personas en autos con las luces prendidas y el mar se los llevaba. Lo que lo tiene aun más impresionado fue el ruido del choque del mar contra todo, la destrucción y el susto que todos tenían. Hasta alguna lágrima le salió cuando contaba esta historia.

Mi padre le pregunta al Mino si es que necesita algo, que traemos ropa por si él o su familia lo necesita y nos cuenta que la ayuda de ropa ya ha llegado y que no le hace falta, que ya existen campamentos donde la gente se ha organizado y ropa no es lo que les falta. Le preguntamos si sabía de si en Coliumo podrían necesitar ayuda, pero lamentablemente él no tenía información.

Volvimos al auto y lo que nos dijo el Mino de que en Dichato no necesiban ropa, mas lo que habíamos visto en los campamentos decidimos ir a Coliumo.

Salimos de Dichato, pasé a buscar mi carnet con el oficial de carabineros y nos fuimos rumbo a Coliumo.

En la ruta nos encontramos con un barco varado en un cerro. Si, en un cerro. Hoy sólo hay un campo y en la mitad hay un barco. También encontramos en la ruta campamentos. Cada uno tiene un número y también se ve gente y organización. Llegamos a Coliumo y desde la perspectiva nuestra y por los cerros que lo rodean, se ve que la caleta de pescadores fue la mas perjudicada. Luego de recorrer un momento la playa, decidimos volver al camino e ir a los campamentos que vimos en la ruta.

En el primer campamento se ven muchas “mediaguas“. Preguntamos por la persona a cargo y nos comentó que no necesitaba ropa. Lo que mas necesitaban ahora son los elementos que se van gastando, por ejemplo: Bolsas de basura, jabón, shampoo, pasta de dientes, etc. No habíamos pensado en esto!!!

Seguimos al siguiente campamento y el segundo tampoco necesitaba la ropa. Que honestidad se puede apreciar!. Nadie se aprovechaba de la situación. Incluso nos indican que campamento creen que les podría hacer falta. Preguntamos si es que habían niños y les dejamos unas bolsitas de huevos de chocolate a cada uno de ellos (se los dejamos al encargado).

Vamos al tercer campamento y vemos a muchos niños jugando con un joven que parece un guía. El encargado de este campamento nos indica que si necesitan la ropa. Mis padres y hermanos van junto a él y otra persona al jeep a buscar la ropa. Le pido a mi hermana los huevitos que quedan y veo que no son muchos para que alcanzara una bolsita para cada uno. Tomé todas las bolsas y las uní. Fui donde estaban y le pregunté al guía si podía molestarlo un momento por que traía los huevitos. “Ningún problema”, me dijo. Saqué los huevitos y los niños se acercaron alrededor mío. Les comencé a dar un huevo a cada uno y estaban felices. Cuando les decía que era uno para cada uno para que alcanzaran, muchos niños se movían luego de recibir un huevo para darle espacio a otro niño… incluso un niño que estiró su mano por segunda vez , sus propios amigos lo “delataron” por que se estaba poniendo nuevamente. Me pareció increíble y maravilloso el actuar de los niños.

Con los huevitos que sobraron, luego de repartir a todos, se los entregué al guía para que los utilizara de premio. Todos los niños estaban felices y se fueron a jugar con el guía.

Me devolví al auto y venía de vuelta el encargado con la ropa que le habíamos dado y se detuvo a agradecerme. Estaba feliz.

Nos subimos al auto y tomamos rumbo a Chillán.

En el viaje pensaba en los niños y su felicidad. Lo BUENA que es la gente y lo HONESTA que fue al no aceptar la ropa si no la necesitaba. Como un campamento nos indicó cual era el campamento que necesitaba la ropa. Toda esta experiencia debía compartirla y mostrar como es el pueblo Chileno. No se puede juzgar a un pueblo por unos pocos (en las buenas y en las malas), pero lo que viví me llena de alegría y de esperanza de que nuestro pueblo saldrá adelante.